Una llamada inesperada
Hola amores, qué tal ya con el buen tiempo? La verdad es que ya tenía ganas de andar desnuda por casa, y con ropa ligerita por la calle. Para mi es importante sentir el aire cálido rozando mi piel. Soy una enemiga acérrima del frio, aunque conozco la mejor manera de combatirlo, y no es precisamente la calefacción.
Pero digamos que mi estado natural es estar ardiente, quizá el teléfono erótico tenga mucho la culpa, eso y que no paro de tener sexo mediante la línea caliente. Es como una adicción, necesito que me llamen para que yo pueda cumplir los deseos sexuales de hombres y mujeres. Ser chica de la línea erótica, es una manera de vida, más que un trabajo.
Recuerdo aquella tarde como una de las más especiales de mi vida; una tarde que se prolongó hasta altas horas de la madrugada. Casi siempre con el teléfono erótico enchufando a la red, porque lógicamente la batería no daba para tanto.
UNA COLEGIALA PERVERSA
Estaba retocándome un poco el pubis, cuando sonó el teléfono. Era un día de fiesta, donde normalmente las llamadas no son tan abrumadoras. La voz más cálida y sexy femenina que os podréis imaginar sonó al otro lado de mi teléfono erótico.
• Hola Pamela. Que sorpresa más grata encontrare en una web de estas. La verdad es que ya apuntabas maneras en el bachiller, y por cierto, no has cambiado nada, sigues estando igual de buena.
• Hola, perdona, no caigo ahora, ¿nos conocemos?
• Nos conocemos muy bien, yo diría que cada centímetro de tu cuerpo no se me escapó cuando tuve oportunidad. Eras la más sexy de toda la clase.
• ¿De toda la clase?
• Si, de toda, por no decir de todo el centro. Hasta los profesores se morían por ese culito que veo que conservas como cuando eras una colegiala perversa.
La dejaba hablar, su voz me era muy familiar, y decía que del Bachiller, con las juergas que me pasé yo en el internado. Pero lo estaba pasando mal, ella me conocía y yo no caía en quien podría ser. Tampoco pretendía disimular y mentir, prefería que el misterio continuara hasta saber exactamente quien era.
• Parece mentira cielo, con las noches que pasamos tu y yo cuando te escapabas y venías a mi habitación a consolarme con los fracasos con los chicos.
• Ah, ya sé quien eres, Ana!, no estaba segura del todo, perdona. ¡Cuantos años!
• Si, muchos, pero no te olvido, fuiste la que me iniciaste en el sexo como quien dice, recuerda los desplantes de los chicos del internado que había cerca.
• Lo que recuerdo es la habilidad que tenían para saltar la valla y colarse en las habitaciones.
• Claro, eso a ti, que estás como un queso, pero a las que nos sobraban uno kilitos, pues ni puto caso.
• No digas tonterías, tu estabas muy bien, con carita de ángel, tetas gordas, buen culo, y con unas ganas locas de perder la virginidad, lo que pasaba es que en el último momento los espantabas.
• Bueno, corría un gran peligro si me pillaban con uno.
• ¡Pues como yo!
• Claro, así te fue, te expulsaron la misma noche que el equipo de baloncesto ganó el campeonato.
• Bueno, amor, yo quería darles un premio de reconocimiento.
• Si, pero a los cinco mejores? Te pasaste un poco.
• Sólo fue esa vez, ahora no paso de los tríos, y muy de vez en cuando. Y no, no me pasé, ahora todos son excelentes amigos.
• Bueno, bueno, pero al que era el capitán, me lo quitaste.
• Pero nena, si no te dejabas, qué iba a hacer el pobre.
• Pues al final me casé con él. Hoy es mi marido y tenemos tres hijos.
• Mira que bien, te felicito. Porque vaya coña me dabas con él.
• Bueno, también me consolabas. ¿O no lo recuerdas?
• Claro que si cielo, pero es que parece que me llamas para reprocharme cosas.
• No, lo pasado, pasado está. Además me acuerdo mucho de cómo perdí la virginidad contigo. Aunque supongo que de eso ni te acordarás.
• ¿Cómo dices eso? ¡Claro que me acuerdo! Y me lo pasé muy bien viendo como por una vez gozabas con el sexo.
• Si, si, la primera, la que no se olvida.
• Y contigo menos, pasaste de ser un poco mojigata a querer follarte a todos.
• Pero luego no fue así, allí se sabía todo. Prefería esas excursiones nocturnas a tu habitación.
• Ya, ya me acuerdo bien, luego suspensos, nada de estudiar juntas como decías, menudas ojeras al día siguiente.
• Pero es que me enseñaste tantas cosas, que no he podido olvidarme de ti.
• Pero si ya estás casada y con niños.
• Buaf, lo del matrimonio es un error. Además me quedé embarazada la primera vez, luego otro, luego otro.
• Tengo tres y apenas si he disfrutado del sexo.
• Todas me dicen lo mismo.
• Es que es cierto, además mi marido, se corre en cinco minutos, no tengo nada que me de placer, excepto mis juguetes que escondo en el altillo.
• Pues vaya, para el primero que te tiras, menudo plan.
• Pues por eso me acuerdo tanto de ti, aquellas noches eran geniales.
• Y ahora me has encontrado.
• Si, me llevé una gran alegría, y eso que ya había pasado tiempo, pero como no te olvido.
• Um, que placer eso de quedar en la memoria sexual de una persona.
• No lo sabes bien, cada vez que me meto el consolador eléctrico me acuerdo de ti. De cómo tu lengua, tus deditos, tu boquita, hacían maravillas conmigo.
• Si, si, me voy acordando hasta los detalles, a mi me ponían loca tus tetas, grandes y hermosas.
• Pues ahora si me vieras estoy genial. Perdí peso, voy al gimnasio a diario, me cambió un poco el metabolismo, y ahora estoy cañón. Ojalá hubiera sido así para ti.
• Pues no te faltarán admiradores.
• No los quiero, a estas alturas te quiero a ti.
• Caramba, como suena eso.
• Si, es lo que más deseo, mi chica del instituto. Las caricias nocturnas, las manos juguetonas, mi lengua recorriendo la piel, los flujos tan excitantes, los pezones bien duros y esos orgasmos tan intensos.
Comencé a recordar como si fuera una película. Detalle tras detalle, y eso me excitaba, la verdad es que no la había olvidado del todo. Hace tiempo que no me acordaba de ella, pero más de un dedo si me había hecho pensando en ella. Era tan inocente, tan sumisa, al final siempre hacía lo que quería, y no recuerdo una mujer, que a pesar de ser inexperta, supiera lamer el clítoris como ella. En eso era todo dedicación. Recuerdo que me corría pero ella seguía y seguía. Eso si era fantástico.
• Sigues llevando esa lencería mini? –me preguntó con cierta picardía.
• Sí, sabes que me gusta así.
• ¿Y tu siempre de blanco inmaculado?
• Que va, ahora tiro más al negro, al rojo, al violeta. Las compro provocativas para ocasiones, pero el caso es que mi marido ni se fija en ello.
• Lo que yo te digo, con la de personas que hay en el mundo.
• Ya, pero ahora estoy hablando contigo, no quiero más.
• ¿No quieres más? ¿Nada? ¿Nada de nada?
• Bueno, revivir aquellas noches. Eso si me encantaría.
• Y a mi, tengo que reconocer que de recordarlas, me he puesto húmeda, eras tan obediente, que al final me hacías gozar como ninguna.
• Me gustaba ser tu zorrita particular.
• Si, eso era así. Hasta perdiste la virginidad.
• Claro, como se me iba a olvidar aquello. Después de verte en la web, y comprobar que sigues igual de buena, me he puesto una lencería bonita para esta ocasión.
• Vaya, que detalle.
• Si, ahora con el deporte tengo el culito duro y las tetas más turgentes. Me encantaría que disfrutaras de mi cuerpo.
• Puedo hacerlo cielo.
• Pues vuelvo a ser esa perrita a la que le decías todo lo que tenía que hacer.
• Pero ahora puedes poner de tu parte.
• Claro. Me muero por comerte la boca y con las manos empezar a jugar. Una seguro que se me iría a tu culito, y con la otra empezaría a acariciarte.
• La del culo ya la siento, y las caricias, tu me dirás.
• Pues van encaminadas a tu cuello, a recorrer tu nuca. Pero enseguida me pierde quitarte la parte de arriba.
• Hazlo, sé que con una mano, puedes.
• Si, si.Ya calló al suelo.
• Um, ahora si que debes ser la misma imagen de la lujuria con la que tanto he pensado.
• Si, en eso no he cambiado. Los cojo, me los junto, y te los ofrezco.
• Pues quiero masajearlos, cielo, como cuando éramos jovencitas ¿Te acuerdas?
• Como no me voy a acordar. Después de que perdieras la virginidad eras la mejor.
• Ponía empeño. Me gustabas mucho.
• Pues lo conseguías. Bésamelas como hacías en aquella época.
• Claro, comerte es lo que más me ha excitado en la vida.
• Adelante, cielo. Adelante. Mis tetas te esperan.
• Cuanto echaba de menos que unos pezones como los tuyos crecieran en mi boca.
• Si, así es. Tus besos son mágicos, es algo innato. Tienes ese don.
• Pero sólo contigo. Lo intenté con otras y no pude.
• Tu sigue, cielo, quiero que vuelvas a ser mi perrita.
• Encantada, siempre lo he sido. No te he olvidado.
• Pues mejor, ya recordarás lo que me gusta.
• Si, si, mucho beso.
• Y mucha lengua.
• Claro, claro, la moveré como cuando éramos estudiantes.
• Um, en eso eres una campeona.
• Ya verás, contigo será de nuevo especial. Pero antes quiero que sientas mis dedos. Uno se acerca a tu clítoris, ummm. Que mojadita estás.
• Si, cielo, mucho.
• Pues no perdamos tiempo, te lo acaricio mientras me sigo comiendo esos pezones que crecen en mi boca.
• Ahora apriétamelas. Ya sabes.
• Si, claro, lo hago, y el dedito quiere entrar.
• Sigue, ahora no pares, sigue.
• Si princesa, si.
• Me pones como hace años.
• Me alegro. Me alegro mucho.
• Y ahora yo directamente te meto tres dedos por el coño. Como recuerdo que te gustaba.
• Si, era así, me alegra que no lo hayas olvidado.
• Si, lo recuerdo bien porque ya al final eran cuatro.
• Cada vez dilataba mejor gracias a ti.
• Pues espero que no hayas cambiado, ahora sí, cuatro a la vez. Siempre tuviste un hermoso coño.
• Que pasada, entran de maravilla, estaban bien lubricados.
• Si, antes me los metí en la boca, eso me pone. Pero sigue, nena, sigue.
• No paro mi amor, si supieras lo que he soñado con este momento.
• Pues ya ha llegado. Nos tenemos que correr juntas, como en años pasados
• Si, a este paso si, éramos geniales en eso, nos compenetrábamos de maravilla. Yo te voy diciendo. Ahora dale más fuerte.
• Pues más, pero tu no dejes de jugar, mi clítoris ya levanta espuma.
• Pues ahora dos deditos cielo. Como sé que te gusta.
• Si, pero dentro. Muy dentro, todo lo que puedas, yo me abro como una gimnasta, ya lo sabes.
• Si, si, lo recuerdo todo.
• Pues te meto ahora los dedos más deprisa, los saco, los chupo, y dentro de nuevo.
• Si, si. Por favor.
• Pero antes unos azotes.
• Dame fuerte, con ganas. ¡Con fuerza!
• Nena, me queda poco.
• Y a mi, cielo, y a mi.
• ¡Pues a toda máquina!
DOS VERDADERAS MÁQUINAS DE SEXO
Las dos estábamos fuera de sí. Su voz era la misma de cuando estábamos en Bachiller, tan pija, pero tan puta como yo. Dos verdaderas máquinas de sexo. Y siempre conseguíamos corrernos juntas. Tengo la capacidad de aguantar mis orgasmos y controlarlos, por eso quería alcanzar el éxtasis junto a ella. Sus gritos y gemidos eran muy especiales.
A ella también le quedaba muy poco, sus grititos de antes del orgasmo eran muy característicos y empezaba a escucharlos. Aquello si que me ponía cardiaca.
• Nena, me voy, me voy- decía con la voz entrecortada.
• Perfecto amor, ahora ya son los cinco dedos los que entran.
• Si, si, un poco más fuerte.
Yo ya empezaba a notar esos escalofríos de antes de correrme, estos polvos, son lo que tienen, son muy profundos y placenteros. La imaginaba sin respiración, como cuando follabamos juntas. Pero mis piernas ya temblaban esperando su corrida.
• Ya, ya, amor, me corro.
• Yo también, pero no pares.
• No, no, sigue.
• Siiiiiii
• Me corro a borbotones
• Yo también, yo también.
• Uff, no los saques ahora
• No, lo quiero.
• Así, así, sigue moviéndolos
• Y tu.
Las dos gozábamos de tal manera que no queríamos parar. Ocurría así en otros tiempos. Nos dábamos una tregua para besos, caricias, magreos y besitos, pero enseguida volvíamos a darnos caña.
Recuerdo la primera vez que le penetré su culito, me apetecía revivir aquella experiencia.
Después de unos minutos de relax volvimos a conversar entre mimos. Le recordé todo lo que hacíamos cuando estábamos juntas y se volvía a excitar tanto como yo.
La noche se pasó en un suspiro. Como las de aquellas madrugadas de internado donde tocábamos el paraíso.